EL MOSQUITO Y LA LUCIÉRNAGA.
(GASPARE GOZZI)
Una noche, el mosquito le decía a la luciérnaga:
-“Yo no creo que haya en el mundo una criatura más útil y al mismo tiempo más noble que yo. Si el hombre no fuere por naturaleza un ingrato, debería estarme eternamente agradecido; de hecho, no podría tener mejor maestra de comportamiento moral. Porque mis agudas picaduras le ofrecen la posibilidad de ejercitarse en la noble virtud de la paciencia. Y con el fin de que se sacuda de su inepto sueño, de día y de noche, en cuanto se acuesta para dormir, enseguida me ocupo de picarle ya sea en la frente, en la nariz, o en otras partes del cuerpo. También poseo en la boca una trompetilla, con la cual, a modo de guerrero, voy tocando y proclamando mis gestas. Pero tú, luciérnaga, ¿qué bien reportas al mundo?”.
Respondió la luciérnaga:
-“Amigo mío, temo que tú te equivocas al juzgar entre nosotros dos. Todo aquello que crees hacer en beneficio de los demás, en realidad lo haces pensando tan sólo en ti. Al picar a las personas, chupas su sangre, la cual te ayuda a nutrir tu vientre; y tocando la trompetilla, tratas de exaltar tu acción ante tus ojos y a la vista de los otros. En realidad sólo te quieres a ti mismo. En cuanto a mí, no tengo otras cualidades fuera de esta lucecita que arde en mi corazón. Con eso procuro iluminar el camino a quien está envuelto en las tinieblas de la noche. Sé que esta lucecita mía es bien pequeña, y quisiera hacer más, pero mi naturaleza no lo permite. El poco bien que hago, lo hago en silencio, sin vocearlo alrededor. ¡Que las personas juzguen quién de nosotros dos les es de mayor provecho!”.
Una noche, el mosquito le decía a la luciérnaga:
-“Yo no creo que haya en el mundo una criatura más útil y al mismo tiempo más noble que yo. Si el hombre no fuere por naturaleza un ingrato, debería estarme eternamente agradecido; de hecho, no podría tener mejor maestra de comportamiento moral. Porque mis agudas picaduras le ofrecen la posibilidad de ejercitarse en la noble virtud de la paciencia. Y con el fin de que se sacuda de su inepto sueño, de día y de noche, en cuanto se acuesta para dormir, enseguida me ocupo de picarle ya sea en la frente, en la nariz, o en otras partes del cuerpo. También poseo en la boca una trompetilla, con la cual, a modo de guerrero, voy tocando y proclamando mis gestas. Pero tú, luciérnaga, ¿qué bien reportas al mundo?”.
Respondió la luciérnaga:
-“Amigo mío, temo que tú te equivocas al juzgar entre nosotros dos. Todo aquello que crees hacer en beneficio de los demás, en realidad lo haces pensando tan sólo en ti. Al picar a las personas, chupas su sangre, la cual te ayuda a nutrir tu vientre; y tocando la trompetilla, tratas de exaltar tu acción ante tus ojos y a la vista de los otros. En realidad sólo te quieres a ti mismo. En cuanto a mí, no tengo otras cualidades fuera de esta lucecita que arde en mi corazón. Con eso procuro iluminar el camino a quien está envuelto en las tinieblas de la noche. Sé que esta lucecita mía es bien pequeña, y quisiera hacer más, pero mi naturaleza no lo permite. El poco bien que hago, lo hago en silencio, sin vocearlo alrededor. ¡Que las personas juzguen quién de nosotros dos les es de mayor provecho!”.
PREDICACIÓN EN GALILEA. LA MARGINACIÓN: EL LEPROSO. Mc 1,39-45.
(Mt 8,2-4; Lc 5,12-16)
39Fue
predicando por las sinagogas de ellos; por toda Galilea, y expulsando
los demonios. 40Se le acercó un leproso y le suplicó de rodillas:
-Si quieres, puedes limpiarme.
41Conmovido, extendió la mano y lo tocó diciendo:
-Quiero, queda limpio.
-Quiero, queda limpio.
42 Al momento se le quitó la lepra y quedó limpio. 43Reprimiéndolo, lo sacó fuera enseguida 44 y le dijo:
-¡Cuidado
con decirle nada a nadie! Al contrario, ve a que te examine el
sacerdote y ofrece por tu purificación lo que prescribió Moisés como
prueba contra ellos.
45Pero
él, al salir, se puso a proclamar y a divulgar el mensaje a más y
mejor; en consecuencia, Jesús no podía ya entrar manifiestamente en
ninguna ciudad; se quedaba fuera, en despoblado, pero acudían a él de
todas partes.
EXPLICACIÓN.
En la
perícopa del leproso, después de haberlo curado, Jesús «le regañó y lo sacó
fuera en seguida diciéndole: "Mira, no digas nada a nadie. Ve, en cambio,
a que te examine el sacerdote y ofrece por tu purificación lo que prescribió Moisés como prueba
contra ellos". El, cuando salió, se puso a proclamar y a divulgar el
mensaje a más y mejor».
¿Qué
motivo puede haber para que Jesús regañe al antes leproso?, ¿qué significa «lo
sacó fuera», si no se dice que estuvieran dentro de un local? El lenguaje es
figurado: Jesús lo saca fuera de la mentalidad y doctrina de la sinagoga o institución judía,
según la cual la marginación que había sufrido era justa y querida por Dios. Lo
que merecía el reproche de Jesús al leproso era que había creído la doctrina de que Dios lo rechazaba y
que los hombres tenían derecho a hacerlo, el haber aceptado y justificado su
marginación.
Por eso Jesús le prohíbe hablar hasta que no se haya liberado
interiormente de su falsa creencia, hasta que no esté convencido de la injusticia
de la institución que lo marginaba. Para ello le hace ver
las severas y onerosas condiciones que exigía la institución para readmitirlo, al mismo tiempo que atribuye esa prescripción a Moisés y no a Dios y subraya que Moisés mismo demostraba con ella la falta de corazón del pueblo (“como prueba contra ellos») (Mc 1,44).
las severas y onerosas condiciones que exigía la institución para readmitirlo, al mismo tiempo que atribuye esa prescripción a Moisés y no a Dios y subraya que Moisés mismo demostraba con ella la falta de corazón del pueblo (“como prueba contra ellos») (Mc 1,44).
No le
bastaba, pues, a Jesús haber liberado al leproso/marginado de su tara;
el
hombre tenía que liberarse interiormente, y para ello comprender la
injusticia
de su situación anterior, e identificar a su opresor, la institución
religiosa.
Si hubiera hablado sin estar convencido de esto, habría elogiado
simplemente la
bondad de Jesús en su caso particular; sin embargo, «cuando salió»
(éxodo) de esa falsa mentalidad, sí comprendió «el mensaje» contenido
en la acción de Jesús y «se puso a proclamarlo»: que Dios no tolera la
marginación
y que ésta no puede nunca justificarse apelando a él. Este mensaje ponía
en cuestión los
principios teológicos de la sociedad judía. Esta actitud ante la
marginación
hace de Jesús mismo un marginado (Mc 1,45).
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