PADRE NUESTRO DEL CIELO.
PROCLÁMESE ESE NOMBRE TUYO.
LLEGUE TU REINADO.
REALÍCESE EN LA TIERRA TU DESIGNIO DEL CIELO.
NUESTRO PAN DEL MAÑANA DÁNOSLO HOY.
Y PERDÓNANOS NUESTRAS DEUDAS,
QUE TAMBIÉN NOSOTROS PERDONAMOS A NUESTROS DEUDORES.
Y NO NOS DEJES CEDER EN LA TENTACIÓN,
SINO LÍBRANOS DEL MALO. AMÉN
PROCLÁMESE ESE NOMBRE TUYO.
LLEGUE TU REINADO.
REALÍCESE EN LA TIERRA TU DESIGNIO DEL CIELO.
NUESTRO PAN DEL MAÑANA DÁNOSLO HOY.
Y PERDÓNANOS NUESTRAS DEUDAS,
QUE TAMBIÉN NOSOTROS PERDONAMOS A NUESTROS DEUDORES.
Y NO NOS DEJES CEDER EN LA TENTACIÓN,
SINO LÍBRANOS DEL MALO. AMÉN
La segunda petición tiene, en la traducción española, un
defecto tremendo. Se dice: venga a
nosotros tu reino. Ese “a nosotros” no está ni en el griego ni en el latín
ni en el francés ni en el italiano ni en el inglés ni en el alemán ni en ningún
otro, solamente en el español. ¿Por qué se dice “a nosotros”, si no está? Es
meter ahí un pronombre que pertenece a la comunidad, y eso corresponde a la
segunda parte. Falsea completamente el Padre nuestro. Porque hemos dicho que
los que rezan el Padre nuestro tienen ya experiencia de ese reino, Dios
reina sobre ellos porque tienen el Espíritu. Ellos no piden para sí, piden para
el mundo. Por eso, si os acordáis del latín, se decía: “adveniat regnum tuum”. No a nosotros, sino que llegue tu reino. De manera que
eso tenemos que corregirlo en nuestra oración. Porque si no, no entendemos el
Padre nuestro.
¿Qué significa esta petición? La palabra reino puede
traducirse de tres maneras: realeza, reinado y reino. La ordinaria, en lenguaje arameo o hebreo, es reinado.
El reino somos nosotros, y no se puede decir que lleguemos a nosotros. Lo
que se pide es que llegue su reinado, es decir, la actividad de Dios
sobre la humanidad se ejerza. Ya se ejerce sobre la comunidad y ahora, esta
comunidad, quiere que sea para el mundo entero, para toda la humanidad. El reinado de Dios es la comunicación de
vida. La vida de Dios comunicada es el Espíritu. Por tanto lo que se
pide es que esta experiencia de vida que tenemos nosotros, del Espíritu
que nos ha dado vida, que sea también experiencia de la humanidad. La
pequeña utopía realizada y la gran utopía.
Acordémonos de la primera bienaventuranza. “Dichosos los que eligen ser pobres,
porque sobre ellos reina Dios, Dios ejerce su reinado, tienen a Dios por rey”.
De manera que para que Dios ejerza su reinado sobre los seres humanos, esa
comunicación de vida, hace falta esa opción, la opción por la pobreza,
que es la opción contra las ambiciones de dinero, de honor y de poder. La
comunidad ha hecho la opción y ha recibido el Espíritu, ya Dios reina
sobre ella. Entonces se pide que Dios reine sobre la humanidad, y eso
implica que la humanidad cambie su estado de valores, que en vez de los
valores de la sociedad injusta (la ambición, las insolidaridades, la violencia
interna y externa), que cambien y que elijan precisamente lo contrario: la
sencillez y el compartir, la igualdad y el servicio mutuo, en vez del
poder, el honor y el dinero. De manera que esta humanidad que, primero, se
libera al comprender que Dios es Padre y no es tirano y, por lo tanto, no
acepta un tirano, esa humanidad, así liberada, haga las opciones propias de ese
Padre que se propone, las opciones que el Padre pueda reinar. Las opciones
implican renunciar a las ambiciones, y entonces “tu reinado” será una realidad.
Que la humanidad se llene de vida, de Espíritu, de amor, de solidaridad, de
fraternidad, porque ha hecho las opciones que eliminan esas rivalidades,
hostilidades y violencias de la sociedad en que vivimos.
De manera que éste es el reinado de Dios. Dios reina sobre cada uno de
nosotros y también sobre todos, porque la opción la hace cada individuo,
esa no es comunitaria. Dentro de la comunidad, uno hace su opción personal. Eso
es inevitable. No se pueden hacer opciones comunitarias, cada uno tiene que
hacer su opción. Entonces así se crea la persona nueva. La persona que hace
esa opción, que destierra de sí las ambiciones, que renuncia a todo eso y
recibe el Espíritu, es la persona nueva, la nueva criatura. Entonces lo que se pide es que los seres
humanos sean personas nuevas y que por esa opción vaya surgiendo la humanidad
nueva.
LA ORACIÓN DE LA RANA
(ANTHONY DE MELLO)
Una niña estaba muriendo de una enfermedad de
la que su hermano, de dieciocho años, había logrado recuperarse tiempo atrás.
El médico dijo al muchacho: "Sólo una transfusión de tu sangre puede salvar la vida de tu hermana. ¿Estás dispuesto a dársela?
Los ojos del muchacho reflejaron verdadero pavor. Dudó por unos instantes, y finalmente dijo: "De acuerdo, doctor; lo haré".
Una hora después de realizada la transfusión, el muchacho preguntó indeciso: Dígame, doctor, ¿cuándo voy a morir?" Sólo entonces comprendió el doctor el momentáneo pavor que había detectado en los ojos del muchacho: creía que, al dar su sangre, iba también a dar la vida por su hermana.
El médico dijo al muchacho: "Sólo una transfusión de tu sangre puede salvar la vida de tu hermana. ¿Estás dispuesto a dársela?
Los ojos del muchacho reflejaron verdadero pavor. Dudó por unos instantes, y finalmente dijo: "De acuerdo, doctor; lo haré".
Una hora después de realizada la transfusión, el muchacho preguntó indeciso: Dígame, doctor, ¿cuándo voy a morir?" Sólo entonces comprendió el doctor el momentáneo pavor que había detectado en los ojos del muchacho: creía que, al dar su sangre, iba también a dar la vida por su hermana.
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