domingo, 23 de noviembre de 2014

CONFIRMACIÓN 5. MI QUINTA CATEQUESIS.

EL FRUTO EN EL AGUA.

(CUENTO DE LA ISLA DE ZANZÍBAR)
Una mujer se acercó a la fuente: un pequeño y limpio espejo entre los árboles del bosque.
Mientras sumergía el ánfora para pozar el agua, descubrió en el agua un grueso fruto rosado, tan hermoso que parecía decir:
“¡Tómame!”.
Alargó el brazo para cogerlo, pero aquél desapareció, y apareció sólo cuando la mujer retiró la mano del agua.
Así por dos o tres veces.
Entonces la mujer se puso a sacar agua para agotar la fuente. Trabajó mucho, sin quitar la vista al fruto misterioso; pero cuando sacó toda el agua, se dio cuenta de que el fruto ya no estaba.
Desilusionada por aquel encantamiento, estaba por marcharse, cuando oyó una voz entre los árboles (era un pájaro sabio):
“¿Por qué buscas abajo? El fruto está allá arriba…”
La mujer levantó los ojos y, colgado a una rama sobre la fuente, descubrió el fruto, del cual había visto en el agua sólo el reflejo.
¿No nos sucede un poco así a todos nosotros, cuando buscamos en tierra, o incluso en el pozo, aquel bien que está en lo alto? 










CRITERIO DE VERDAD EN EL EVANGELIO DE JUAN.


En Jn 7,14ss, encontrándose Jesús enseñando en el templo, los dirigentes judíos se preguntan por el origen del saber de Jesús: «¿Cómo sabe éste de Escritura si no ha estudiado?»

Jesús replica informándolos de que su saber no viene de las escuelas, sino de Dios: «Mi doctrina no es mía, sino del que me ha mandado». Sin embargo, esta afirmación de Jesús necesitaba ser probada, y él mismo aduce la prueba a continuación: «El que quiera realizar el designio de Dios conocerá si esta doctrina es de Dios o si yo hablo por mi cuenta» (7,17). 

Como se ve, Jesús no prueba su extraordinaria afirmación con argumentos ni citando textos del A T. No invoca la autoridad de Dios ni la suya propia. El criterio para distinguir la verdad de, su doctrina está en el hombre mismo, y a él se remite Jesús. El no se impone, cada uno tiene que encontrar su certeza  (4). 

El criterio que propone Jesús, independiente de su persona, se basa en la fidelidad del hombre a Dios creador, en el deseo de realizar su designio. Este designio, que concreta el amor universal de Dios, se expresa así: «que todo el que reconoce al Hijo y le presta adhesión tenga vida definitiva» (3,16), es decir, vida en plenitud. En quien la anhela, la doctrina de Jesús produce una experiencia que le hace percibir su verdad: en ella ve el hombre la concreción de sus aspiraciones; ella responde a su anhelo interior y le muestra cuál es la verdadera plenitud. 

El convencimiento es, por tanto, personal, no por testimonio ajeno y, mucho menos, por imposición externa (5). 

Este criterio es propuesto por Jesús en otras ocasiones y podemos llamarlo «criterio positivo». Pero en la misma ocasión propone también un criterio negativo: «Quien habla por su cuenta busca su propia gloria; en cambio, quien busca la gloria del que lo ha mandado, ése es de fiar y en él no hay injusticia». «La propia gloria» es un hecho exterior y, por tanto, constatable; de ahí que su búsqueda o la renuncia a ella pueda servir de criterio para juzgar la procedencia de una doctrina. La búsqueda del propio prestigio delata que la doctrina que alguien propone no procede de Dios, sino del hombre mismo; es un medio para favorecer sus propios intereses. 

Este criterio completa el primero, expuesto en el versículo anterior. Aquél se dirigía a quien escucha la doctrina de Jesús, y consistía en la experiencia interna que ésta provoca en quien está en favor de la plenitud humana. Pero, para el público al que Jesús hablaba, existía otra doctrina oficial que pretendía también tener autoridad divina, la Ley, interpretada y manejada por los círculos de poder. 

Por eso añade un criterio externo, el de los intereses que defiende quien propone una doctrina; éstos permitirán juzgar su validez. El criterio último de verdad es la comunicación de vida al hombre, porque la verdad de Dios es ser Padre, el que por amor comunica su propia vida. Quien con su hablar no pretende comunicar vida, sino promover su propio prestigio, no sólo no refleja lo que es Dios, sino que, al ponerlo al servicio de su interés, necesariamente lo falsifica. Ninguna doctrina que redunda en beneficio del que la propone merece crédito.

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(4) El verbo ginôskô, usado en esta frase, tiene entre sus significados el de «conocer por experiencia" (cf. gnôsis). 

(5) La fórmula usada por Juan, «el Espíritu de la verdad» (14,17; 15,26; 16,13), abunda en el mismo sentido. El Espíritu es la vida-amor del Padre y es principio de vida (3,6). Al comunicarse, produce en el hombre una nueva experiencia de vida que, en cuanto percibida y formulada, es la verdad. 
 
El pecado del mundo, obstáculo al reino de Dios.

El obstáculo al designio de Dios es el pecado. Para definirlo podemos utilizar un pasaje donde san Pablo expone la exigencia creada por la muerte de Cristo: “Murió por todos, para que los que viven ya no vivan más para sí mismos, sino para el que murió y resucitó por ellos” (2 Cor 5,15).
Si la redención reclama que el hombre no viva más para sí mismo, cabe deducir que el pecado consistía precisamente en que el hombre, centrado en sí mismo, se había constituido en su propio dios. En consecuencia, su vida entera gravitaba en torno al propio interés, a la propia satisfacción. Cerrándose en sí, rompe con Dios y con los demás; con Dios, porque usurpa su puesto; con los demás, porque los subordina a sus propios fines.
La misma exigencia se enuncia en el evangelio: “El que quiera venirse conmigo reniegue de sí mismo” (Mt 16,24). Renegar significa quebrar voluntariamente un vínculo de fidelidad o adhesión, a la religión o a la patria, por ejemplo. Supone cambio de lealtad, trueque de banderas. Seguir a Cristo exige bajar de la hornacina el propio yo, dejar de considerarse como centro y valor supremo. Egoísmo y egocentrismo son la negación del evangelio. 

domingo, 16 de noviembre de 2014

CONFIRMACIÓN 4. MI CUARTA CATEQUESIS.

(ANTHONY DE MELLO).
El Maestro explicaba a sus discípulos que alcanzarían la Iluminación el día en que consiguieran mirar sin interpretar.
Ellos quisieron saber en qué consistía mirar interpretando.
Y el Maestro lo explicó así:
Dos peones camineros católicos se hallaban trabajando justamente delante de un burdel cuando, de pronto, vieron cómo un rabino se deslizaba furtivamente en la casa.
“¿Qué vas a esperar de un rabino?”, se dijeron el uno al otro.
Al cabo de un rato, el que entró fue un pastor protestante. Ellos no se sorprendieron: “¿Qué vas a esperar…?
Entonces apareció el párroco católico, que, cubriéndose el rostro con una capa, se deslizó también en el edificio. “Es terrible, ¿no crees? Una de las chicas debe de estar muy enferma”.

 

MATEO.

17               1 Seis días después se llevó Jesús a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan y subió con ellos a un monte alto y apartado.
2 Allí se transfiguró delante de ellos: su rostro brillaba como el sol y sus vestidos se volvieron esplendentes como la luz.
3 De pronto se les aparecieron Moisés y Elías conversando con él.
                      4 Intervino Pedro y le dijo a Jesús:
                     - Señor, viene muy bien que estemos aquí nosotros; si quieres, hago aquí tres chozas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.
                     5 Todavía estaba hablando, cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra, y dijo una voz desde la nube:
                     - Éste es mi Hijo, el amado, en quien he puesto mi favor. Escuchadlo.
                     6 Al oírla cayeron los discípulos de bruces, aterrados.
                     7 Jesús se acercó y los tocó diciéndoles:
                     - Levantaos, no tengáis miedo.
                     8 Alzaron los ojos y no vieron más que al Jesús de antes, solo.
                     9 Mientras bajaban del monte, Jesús les mandó:
                     - No contéis a nadie la visión hasta que el Hombre resucite de la muerte.
                    10 Los discípulos le preguntaron:
                    - ¿Por qué dicen los letrados que Elías tiene que venir primero?
                    11 Él les contestó:
                    - ¿De modo que va a venir Elías a ponerto todo en orden?
12 Pues os digo que Elías vino ya y, en vez de reconocerlo, lo trataron a su antojo. Así también el Hombre va a padecer a manos de ellos.
                    13 Los discípulos comprendieron entonces que se refería a Juan Bautista.




EXPLICACIÓN.

1 - 13.           Esta escena pretende mostrar a los tres discípulos más destacados que el destino del Mesías antes enunciado (16,21) es "la idea de Dios" (16,23). Jesús les demuestra la realidad y calidad de la vida que supera la muerte. Monte alto, manifestación divina excepcional; como el sol, (cf. 13,43); el blanco, color de la gloria divina. Moisés y Elías conversan con Jesús (3): alusión a Éx 34,45. El AT (Ley y Profetas), subordinado a Jesús, el Hombre, ha de interpretarse a partir de él. Propuesta de Pedro (4), que enlaza con la fiesta de las Chozas, de marcado carácter mesiánico nacionalista; pone a Moisés y Elías en el mismo plano de Jesús (tres tiendas); el Mesías debe integrarse en las categorías del AT. La nube (5), símbolo de la presencia divina (Éx 13,21; Nm 9,15; 2 Mac 2,8). La voz repite las palabras del bautismo (3,17) y señala la unicidad de Jesús; ningún personaje del AT puede compararse con él. Escuchadlo a él (cf. Dt 18,15). El AT queda relativizado. Miedo de los discípulos (cf. Dn 8,17) ante la teofanía (Is 6,5; Dn 10,15.19). Jesús los toca como a los enfermos y a los muertos (8,3.15; 9,25-29); están en la misma situación que el antiguo Israel. Comunicar la visión mal entendida (4) induciría al error sobre el mesianismo de Jesús (9). Buscan un argumento contra la doctrina de los letrados (10). La figura de Elías se ha realizado en Juan Bautista. No habrá intervención milagrosa. La misión de Juan ha sido impedida por la violencia del poder (12).  


Una falsa idea de Dios: Lo puro y lo impuro.

Hay otras líneas en el AT que no perduran en el Nuevo. 

En efecto, acabamos de esbozar la figura del Dios que se expresó en el Código de la Alianza, misericordioso, tierno y liberador, el que actúa por amor y espera respuesta de amor; el que salva al que sufre, venga al oprimido y defiende los derechos del pobre, el Dios cercano que crea igualdad, que dio al pueblo judío la responsabilidad histórica de crear una sociedad justa que atrajera a los pueblos paganos y los llevase al conocimiento del verdadero Dios; se accede a él practicando la justicia y el amor, concede el perdón al que cambia de vida, se revela en la historia e interpela por medio de los profetas, detesta la iniquidad, la injusticia contra él (idolatría) y contra el prójimo (violencia), acompaña al pueblo en su camino (Tienda). Se acerca al pecador y al enfermo para salvarlos. 

Pero frente a esta concepción de Dios existe otra en el AT, la que se refleja en el Código de la Pureza (Lv 17-25). 

Es el Dios Santo y Terrible, celoso de sus derechos, que desata su cólera contra el impuro y provoca una respuesta de temor; es el Dios que castiga y se venga (juicio); es el Dios lejano, que elige al pueblo para que le dé culto, convirtiendo la elección en un privilegio; el culto tiene por objeto desagraviar a Dios; el perdón se concede por los sacrificios de víctimas, sin referencia a la injusticia; el templo es la morada estática de Dios: ya no acompaña él al pueblo, éste tiene que desplazarse para encontrarlo a él. Se tiene acceso a él si se cumplen las condiciones de pureza, y se defiende de la impureza matando al impuro. Los bendecidos de Dios serán los «puros», lo que exige conocer bien la Ley. Dios aborrece a los «pecadores» y se aleja de ellos (23). 

Esta línea queda completamente eliminada de la perspectiva de Jesús, que toma clara posición contra ella. Nunca en los evangelios exhorta a los suyos a «ser santos», y el único evangelista que menciona la «perfección», Mateo, lo hace solamente para echar abajo el concepto de perfección farisea legalista. La perfección cristiana consiste en parecerse al Padre del cielo con la práctica del amor a todos, incluso a los enemigos (Mt 5,43-48). 

La idea del Dios «Santo» que rechaza al «impuro» y se distancia de él queda refutada en los evangelios en muchos episodios ya citados: el del leproso ante el que Jesús «se conmueve» y al que toca, violando la Ley (Mc 1,41 par.); en el del centurión (Mt 8,5-18 par.), donde Jesús se ofrece a entrar en casa de un pagano; en el de la mujer con flujos y la hija de Jairo (Mc 5,21-6,la par.), en las instrucciones para la misión (Mc 6,7-13; Lc 9,1-6; 10,1-16), en la acogida a los «pecadores», en el reparto de pan a los paganos (Mc 8,1-9 par.), en la comida en casa de Zaqueo (Lc 19,1-10), etc., y, en Marcos y Mateo, en la enunciación del principio sobre lo que impurifica al hombre (Mc 7,14-23; Mt 15,10-20; cf. Rom 14,17.20; 1 Cor 8,8).

domingo, 9 de noviembre de 2014

CONFIRMACIÓN 3. MI TERCERA CATEQUESIS.

LA VISIÓN.
Un tren cruzaba a gran velocidad un valle rodeado de suaves colinas. Era el momento de la puesta de sol, y el espectáculo era realmente impresionante: las nubes se teñían de variados colores, las masas de pinos que trepaban por las colinas se recortaban contra el cielo, las colinas adquirían matices violáceos, bandadas de pájaros cruzaban el cielo… Dentro del tren estaban poniendo una película de vídeo, y absolutamente todos los pasajeros la contemplaban hechizados… excepto uno, que, con la cabeza vuelta hacia el cristal de la ventana, permanecía absorto en la visión de aquel paisaje.
(La felicidad no es una meta a la que hay que llegar, sino una forma de viajar). 

 
LAS BODAS DE CANÁ.
 
En tiempos de los evangelistas, al menos los siguientes sentidos figurados o simbólicos podían ser familiares o fácilmente comprensibles para los que oyesen la explicación de esta perícopa:

a) "Al tercer día (Éx 19,10s.16) se manifestó al pueblo en el Sinaí "la gloria del Señor" y se constituyó la antigua alianza (Éx 20; 24,15.17). La expresión se encuentra también en Os 6,2, que habla de la restauración de Israel: "a los dos días nos dará vida y al tercer día nos levantará/resucitará".

b) "La boda", según la simbología de los profetas, podía representar la alianza de Dios con el pueblo (Is 54; Jr 2; Ez 16; Os 2,4ss).

c) En una comunidad de Samaría (probable origen del Evanelio de Juan), en que la lengua materna de muchos era semítica, no era difícil saber que el verbo "caná" (hebr. qaná) significaba "adquirir", y que se aplicaba al pueblo judío, "adquirido" por Dios (Éx 15,16; Dt 32,6; Sal 72,4).

d) Un colectivo o grupo podía ser representado por una figura femenina (Sof 3,14 y Zac 9,9; lit.: "la hija de Sión", figura de la nación).

e) Para los que conocieron el Cantar de los Cantares era claro que "el vino" era símbolo del amor entre esposo y esposa (Cant 1,2; 7,10; 8,2).

f) En la primera alianza, el pueblo se había comprometido repetidamente a "hacer todo lo que dijera el Señor" (Éx 19,8; 24,3.7).

g) El número "seis" simboliza lo incompleto, lo que no llega a su plenitud y es, por tanto, ineficaz, por oposición al "siete", número de lo completo.

h) Las tablas "de piedra" eran el símbolo de la Ley de Moisés (Éx 31,18; 32,15; 34,1.4, etc).

i) El agua era el medio ordinario de purificación.

Teniendo en cuenta estos datos, intentemos reconstruir como podían entender los cristianos de la comunidad de Juan una sencilla explicación del episodio de Caná. Las letras entre paréntesis remiten a la lista anterior:

1. Al tercer día hubo una boda en Caná de Galilea:

"Al tercer día" suscitaba la idea de la manifestación divina en el Sinaí (a), cuando se estableció la alianza (boda, b) en favor del pueblo escogido (Caná, c). Se trata, pues, de la situación religiosa del pueblo judío.

y estaba allí la madre de Jesús:

La madre de Jesús estaba integrada en la alianza antigua. El hecho de no llevar nombre propio borra su carácter personal para hacerla figura del grupo judío del que Jesús procede (Madre = origen, d)

2. y fue invitado Jesús, como también sus discípulos, a la boda:

Jesús y los suyos no se integran en la antigua alianza, pero están en su ambiente.

3. Faltó el vino, y la madre de Jesús se dirigió a él: "No tienen vino":

La falta de vino, símbolo del amor conyugal (e), significa que esa boda/alianza ha fracasado, que el pueblo no tiene experiencia del amor de Dios y que, por tanto, no responde a Dios con amor.

"La madre" o grupo de Israel no se pone entre los que no tienen vino (no dice: "No tenemos vino"), luego ese grupo tiene experiencia del amor de Dios: la madre representa, pues, a los israelitas que se han conservado fieles a Dios (el Israel fiel).

"La madre" no llama a Jesús "Hijo"; se muestra así la independencia de Jesús respecto a su ascendencia; no está condicionado por ella.

Informar a Jesús de la falta de vino es una petición implícita de que ponga remedio a la situación. El Israel fiel reconoce, pues, en Jesús al Mesías que ha de salvar a Israel. Piensa, sin embargo, que la misión del Mesías consiste en revitalizar la antigua alianza decaída.

4. Jesús le contestó: "¿Qué nos importa a mí y a ti, mujer? Todavía no ha llegado mi hora":

Jesús niega que ésta sea su misión e invita al Israel fiel a desentenderse de la alianza antigua. Por otra parte, le promete una alianza nueva para un momento en el futuro.

Jesús no pronuncia la palabra "madre", subrayando también su independencia: si ha nacido en cierto ambiente judío, no por eso su modo de actuar ha de seguir el que en ese ambiente se practicaba.

El apelativo "mujer" nunca era usado por un hijo para dirigirse a su madre; significa "mujer casada", "esposa". En el contexto de boda/alianza, el Israel fiel, verdadero pueblo de Dios, tiene el papel de "esposa" respecto a Dios, su "esposo"; es decir, experimenta el amor de su Dios y le responde con amor.

5. Su madre dijo a los sirvientes: "Cualquier cosa que os diga, hacedla":

Aparece la figura de los sirvientes; de las palabras de la madre se deduce que están al servicio de Jesús: son sus discípulos o colaboradores.

La recomendación de la madre a los sirvientes reproduce las palabras con las que Israel se comprometió a observar la antigua alianza (f); el Israel fiel ha aceptado, por tanto, el cambio de alianza y desea que los que siguen a Jesús sean tan fieles a ella como ella lo ha sido a la antigua.

6. Estaban allí colocadas seis tinajas de piedra destinadas a la purificación de los judíos; cabían unos cien litros en cada una:

Este versículo ocupa el centro de la perícopa; pone fin a la escena anterior y da pie para la siguiente.

"Seis" es el número de lo incompleto, de lo ineficaz (g), luego la finalidad de las tinajas, "la purificación", es decir, la restauración de la relación con Dios, no se cumple.

"De piedra" trae en seguida a la memoria "las tablas de piedra" en las que fue escrita la Ley (h); "las tinajas de piedra" representan, pues, el código legal en cuanto éste prescribe la purificación.

"La purificación" significa el esfuerzo del hombre por congraciarse a Dios, quien, según el código legal, considera al hombre indigno de su trato ("impuro") por innumerables e inevitables actos de la vida cotidiana. A causa de ellos, el hombre se siente siempre cortado de la relación con ese Dios exigente y minucioso. Es así imposible que el pueblo perciba su amor ("no tienen vino"). Luego el obstáculo para la experiencia del amor de Dios y el éxito de la alianza es precisamente la Ley.

Se precisa que la purificación es "de los judíos". Juan designa así a los dirigentes, no al pueblo entero (cf. Jn 7,13: "Nadie -del pueblo- hablaba de él en público por miedo a los dirigentes -lit.: "los judíos"-). De modo que esta purificación no procede de Dios, es un recurso del sistema de poder para tener al pueblo atemorizado y sometido. Son los dirigentes los que han hecho fracasar la alianza.

Se hace notar la gran capacidad de las tinajas, pero no se dice que contuviesen agua; luego aparecerá que estaban vacías. Por tanto, la purificación es ilusoria. La Ley crea el sentimiento de indignidad en el hombre, pero, a pesar de sus altisonantes promesas (enorme capacidad), no sirve para restaurar la relación con Dios.

7. Jesús les dijo: "Llenad las tinajas de agua." Y las llenaron hasta arriba:

El verbo griego gemízô significa llenar algo que está vacío. La purificación que no ofrecía la Ley va a ofrecerla abundantemente Jesús ("hasta arriba").

8. Entonces les mandó: "Sacad ahora y llevadle al maestresala." Ellos se la llevaron:

Dentro del simbolismo de la boda/alianza, el maestresala o "jefe del banquete" representa a los dirigentes dentro del ámbito de la alianza antigua, a los jefes de Israel (= "los judíos"). Los sirvientes le llevan una muestra del agua, es decir, de la purificación que va a efectuar Jesús.

9. Al probar el maestresala el agua convertida en vino, sin saber de dónde venía (los sirvientes sí lo sabían, pues habían sacado el agua), llamó al novio:

Los sirvientes habían sacado agua de las tinajas, pero ahora esa muestra de agua aparece convertida en vino; es decir, Jesús no va a purificar a los hombres al modo de la Ley, sino por medio de la experiencia del amor de Dios (el vino, e).

10. y le dijo: "Todo el mundo sirve primero el vino de calidad, y cuando la gente está bebida, el peor; tú, el vino de calidad lo has tenido guardado hasta ahora":

Para los dirigentes judíos, lo mejor tiene que ser sin más lo antiguo. No aceptan (reproche al novio/esposo, figura de Dios) que se ofrezca algo mejor después del régimen de la Ley.

El jefe del banquete cree conocer la procedencia del vino, como si hubiese estado destinado desde el principio de la boda que él dirige ("lo has tenido guardado"). Es decir, los dirigentes no pueden concebir un cambio de alianza y no comprenden que se anuncia el fin de la antigua. No se dan cuenta de la novedad ni reconocen al Mesías. Por eso, cuando en lo sucesivo Jesús les muestre que la nueva relación con Dios (representada por el vino/amor) implica la desaparición de las antiguas instituciones, lo perseguirán a muerte.

11. Esto hizo Jesús en Caná de Galilea como principio de las señales: manifestó su gloria, y sus discípulos le dieron su adhesión:

Jesús manifestó su gloria (como Dios el día de la antigua alianza, Éx 24,15.17), es decir, su amor hasta el fin (Jn 1,14), ofreciendo al pueblo judío una alianza suya, basada en la experiencia individual del amor de Dios por el hombre, la experiencia del Espíritu/amor, la que da la purificación definitiva y es vida definitiva que supera a la muerte ("al tercer día nos resucitará", a).

Ha dado solamente una muestra, porque la nueva alianza/boda se inaugurará en la cruz ("su hora"), donde él entregará el Espíritu/amor. Es la experiencia del amor la que lleva a la adhesión a Jesús.

"Como principio de las señales": Toda la actividad de Jesús estará basada y continuará este ofrecimiento: todas sus obras manifestarán su gloria/amor.

Los datos se han propuesto de manera esquemática: a partir de ellos se puede hacer una exposición bien fundada y más amplia del sentido de la perícopa. 

sábado, 1 de noviembre de 2014

CONFIRMACIÓN 2. MI SEGUNDA CATEQUESIS.

  EL INFIERNO.
Un grupo de personas murió al mismo tiempo en una catástrofe, y se sorprendieron al encontrarse en un mundo muy similar a éste. Tenían a su disposición todo tipo de entretenimientos y todas las facilidades posibles.
Se asombraron al descubrir que estaban en el infierno. Aquellos que querían vidas excitantes las tuvieron. La gente que deseaba dinero lo obtenía. Se alcanzaban ambiciones de todo tipo.
Había muchos demonios sirviendo, que ayudaban a todos a hacer lo que quisiesen.a
Un día, conocido como el “día de las quejas”, un grupo de “condenados” se dirigió al demonio controlador.
Dijeron: “Llevamos una vida maravillosa: fiestas, riquezas, excitación, pero parece como si nos estuviésemos desgastando, nos volvemos poco atractivos unos a otros y lentamente vamos perdiendo las pertenencias que nos llegan tan fácilmente”.
-Sí –dijo el diablo- ¿a que es infernal? 

 
 SATANÁS: REALIDAD O RECURSO SIMBÓLICO.



SATANÁS.
a) USO Y SIGNIFICADO DE LA PALABRA EN EL A.T Y EL JUDAÍSMO.


“Satán” o “Satanás” es una palabra hebrea que significa “adversario”, “contrincante/opositor malvado”; la traducción griega fue casi siempre diábolos, derivado de un verbo diabállô, que significa entre otras cosas, “acusar, calumniar, falsear, engañar”. A través del latín, el griego ha dado origen al español “diablo”.
En el texto hebreo del Antiguo Testamento, la palabra se usa ante todo para hombres. Ejemplos: 1 Sm 29,4 donde los generales filisteos consideran a David un potencial “satáno adversario a traición, “que no baje al combate con nosotros, no sea que se vuelva contra nosotros”; lit.: “no sea que en el combate sea un adversario [un satán] para nosotros”).
También se le llama así a Rezón el líder faccioso y luego rey de Siria (1 Re 11,23: “También suscitó el Señor como adversario [ satán ] de Salomón a Rezón”; 11,25: “Fue adversario [satán] de Israel durante todo el reinado de Salomón”), e incluso al ángel que interceptó el camino de Balaam (Nm 22,22: “el ángel del Señor se plantó en el camino haciéndole frente”; lit.: “como un adversario [un satán] contra él”; 22,32: “Yo he salido a hacerte frente”; lit.: “como un adversario [un satán]”).
Otras veces significa el adversario que acusa en un juicio (Sal 109,6: “Nombra contra él un malvado, un acusador [un satán] que se ponga a su derecha”). Se ve claramente que, en su origen, la palabra “satán” era solamente un apelativo común para hombres.
Llega un momento en que la realidad del adversario humano se traslada al cielo. En el libro de Job aparece por primera vez “el satán” como un ser celeste que acusa a los justos ante Dios (el fiscal de la corte celeste). Así, en Job 1,6: “Un día fueron los ángeles y se presentaron al Señor; entre ellos llegó también Satanás (lit.: “el satán”, nombre de oficio). El Señor le preguntó, etc.”. Ante el elogio que hace Dios de Job (1,8), Satanás muestra su desconfianza (1,9): “¿Y crees tú que su religión es desinteresada?, etc.”. De modo parecido , en 2,1.
Se encuentra también un “satán” en la cuarta visión de Zacarías (3,1s), donde el profeta asiste a una especie de juicio: el sumo sacerdote es acusado por un fiscal de oficio (“el satán”, como el de Job 1-2), que exagera los cargos y no puede probarlos, por lo que el juez lo llama al orden: “Después me enseñó al sumo sacerdote, Josué, de pie ante el ángel del Señor. A su derecha estaba el satán acusándolo. El Señor dijo al satán: “El Señor te llama al orden, satán”.
Se usa como nombre propio en 1 Cr 21,1; “Satán se alzó contra Israel e instigó a David a hacer un censo de Israel”, pero este Satán no es más que una personificación de la “ira de Dios”, pues en 2 Sm 24,1 se relata el mismo episodio de esta manera: “El Señor volvió a encolerizarse contra Israel (lit.: “de nuevo la ira de Dios se encendió contra Israel”) e instigó a David contra ellos: “Anda, haz el censo de Israel y Judá”.
En el primer libro de los Macabeos se aplica todavía diábolos a un grupo de judíos renegados (1 Mac 1,36: “se convirtieron en…una continua amenaza [en un diablo continuamente malvado] para Israel”; en cambio, en el libro de la Sabiduría, de principios de la era cristiana, toma el sentido moderno de un agente de maldad (Sab 2,24: “la muerte entró en el mundo por envidia del diablo”).
En resumen: en el A.T, “satán” es un término que originalmente se aplica a hombres con el significado de adversario o enemigo; de ahí pasa a designar una especie de fiscal celeste, miembro de la corte de Dios, y acusa a los hombres ante él (Job 1,6-12; 2,1-7); sólo más tarde, separado ya de la corte celeste, se llama “Satanás” a un espíritu enemigo del hombre, que procura su ruina y quiere destruir la obra de Dios (Sab 2,24).
En los escritos de Qumrán el nombre del mal espíritu es Belial. Influidos, sin duda, por el dualismo persa, se dice en ellos que Dios creó dos espíritus: el de la luz y el de las tinieblas (Belial), y que los dos ejercen su poder en el presente. “El Satán” ya no es un acusador y, en consecuencia, no tiene acceso al cielo ni a Dios.

b) EN LOS EVANGELIOS.

Marcos 1,12S: La tentación en el desierto.
Veamos ahora el cambio introducido por los evangelistas en la idea de “Satanás” o “el diablo”. En el Evangelio de Marcos, dentro de la sociedad judía figurada por “el desierto” “ Satanás” representa un agente que va a inducir continuamente a Jesús a traicionar su compromiso. Sin embargo, en todo el relato evangélico la figura de Satanás no vuelve a aparecer en contacto con Jesús. Esto indica que, como “el desierto”, “Satanás” es una figura simbólica, en este caso una personificación. Marcos ha utilizado la figura tradicional del Enemigo del hombre, pero dándole un nuevo significado.
El significado de la figura de Satanás lo indica Marcos, en primer lugar, al colocar la tentación de Jesús en “el desierto”, lugar clásico para levantamientos con más o menos acentuado carácter mesiánico; era tradicionalmente el emplazamiento de los cabecillas o agitadores que alistaban secuaces con la intención de conquistar el poder. La inactividad de Jesús en esta escena de Marcos, donde no aparecen otros personajes humanos (1,12s: “estuvo en el desierto cuarenta días”), se opone precisamente a la actividad sediciosa y guerrera asociada a los cabecillas que se retiraban al desierto para empezar desde allí la rebelión.
En Marcos, Satanás representa, por tanto, el poder y la ideología de poder, que lo presenta como un valor positivo y tienta a los hombres excitando en ellos la ambición de superioridad y dominio. La tentación de poder pretende disuadir a Jesús de llevar a cabo su entrega por el bien de los hombres, expresada en el bautismo, entrega que excluía el triunfo terreno y ponía en peligro su vida, e inducirlo a adoptar un mesianismo de violencia, cuyo objetivo fuese la conquista del poder político.

La tentación de poder aparece continuamente en el evangelio: el poseído de la sinagoga, al llamar a Jesús “el Consagrado por Dios” (1,24), equivalente de Mesías, lo está incitando a hacerse líder del pueblo; lo mismo los endemoniados de Cafarnaún, “que sabían quién era” (1,34), el entusiasmo popular en aquella ciudad, secundado por los discípulos (1,37 “Todo el mundo te busca”), las masas judías y paganas que le rinden homenaje como al Hijo de Dios (3,11), etc.
Más claramente en Mc 8,33, donde Jesús llama a Pedro “Satanás”, precisamente por oponerse al destino del Hombre que él ha anunciado, y que incluye el rechazo y la muerte.
La identificación de Satanás con la ideología del poder y con los que la proponen aparece claramente en Mc 8,33, donde Jesús llama a Pedro “Satanás”, precisamente por oponerse al destino del Hombre que él ha anunciado, y que incluye el rechazo y la muerte.

Marcos 3,23ss: La controversia con los letrados de Jerusalén.
Es interesante analizar el dicho de Jesús en Mc 3,23 par.; distinguimos, por ser importante, los casos en que la palabra “Satanás” va en griego sin artículo (es español con “un”) del caso en que lo lleva: sin artículo indica a un partidario o agente de Satanás (del poder), que lleva su mismo nombre, “enemigo”; con artículo (“el”), a Satanás mismo (el poder y su ideología): “¿Cómo puede (un) Satanás expulsar a (un) Satanás? Si un reino se divide internamente, ese reino no puede seguir en pie; …si (el) Satanás se ha levantado contra sí mismo y se ha dividido, no puede tenerse en pie, le ha llegado su fin.”
El dicho es la respuesta de Jesús a la acusación de los letrados de que Jesús tenía dentro a Belcebú y que expulsaba a los demonios (en Cafarnaún, 1,32-34) con el poder del jefe de los demonios (3,22). Belcebú era el nombre popular, despectivo y probablemente supersticioso, que se daba al diablo; aparece en el AT (2 Re 1,2.3.6.16, el dios de Ecrón) y el nombre se interpretaba irónicamente “señor de las moscas”; significaba “señor de la (celeste) morada”, aunque los judíos lo llamasen “dios del estiércol”, modo de despreciar los sacrificios paganos. Belcebú se interpretaba como un espíritu malo.
Jesús no utilizaba ese nombre, que daba pie a la creencia en un ser maligno, emplea el término “Satanás”, que ya ha aparecido en el evangelio como la personificación del poder enemigo del hombre. Su razonamiento es el siguiente:
a) Él “expulsa a los demonios”, es decir, hace que el fanático violento de una ideología de poder (un [partidario/agente de ] Satanás) renuncie a ella.
b) Según sus adversarios, eso lo hace porque Jesús mismo estima y ambiciona el poder (es otro [partidario/agente de] Satanás).
c) Consecuencia: si un partidario del poder les quita a otros partidarios la estima del poder, le está minando el terreno al poder como tal (el Satanás), objeto de su propia ambición. Si el poder se combate a sí mismo eliminando su ideología, está perdido. Si Satanás tuviese agents que liberasen a los hombres de la estima y del deseo del poder, él mismo estaría provocando su propia ruina.
De hecho, quien sea agente del poder o lleve en sí la ambición de poder
nunca dará libertad al hombre
ni lo persuadirá a abandonar la ideología de poder y violencia que lo posee (el demonio o espíritu inmundo). Dar libertad es arruinar el poder, ajeno o propio. En consecuencia, a ese tal no le interesaría liberar a los poseídos (fanáticos del poder y la violencia) de su manera de pensar, sino ganarlos para su causa.
De ahí el dicho siguiente (Mc 3,27 par.), en el que aparece una figura satánica, la del “fuerte”: “Pero no, nadie puede meterse en casa del fuerte y saquear sus bienes si primero no ata al fuerte; entonces podrá saquear su casa.” En el contexto, el significado es claro: “saquear los bienes del fuerte” describe figuradamente la actividad de Jesús, que está sacando a la gente fuera de la institución religioso-política jurdía (“el fuerte”). Nótese que Jesús no pretende tomar posesión de la casa, es decir, apoderarse del poder, sino “saquearla” o, lo que es lo mismo, hacer que los hombres la abandonen. Es exactamente lo que está haciendo al causar el descrédito de la enseñanza oficial (Mc 1,22ss).
“Atar el fuerte” significa impedirle defender lo que tiene por suyo. El poder domina a los hombres cuando éstos prestan adhesión a su ideología; al desvincularlos Jesús de esta ideología, “el fuerte” queda impotente. Tiene que contemplar cómo se llevan lo que era suyo, sin poder retenerlo, porque son sus antiguos súbditos quienes sustraen ellos mismos a su dominio. Pero sólo es capaz de llevar a cabo ese cambio en los hombres y el consiguiente desmantelamiento de la institución de poder aquel sobre el que Satanás no tiene el mínimo influjo, es decir, el que es inmune a la tentación de poder (1,14).
Paralelamente, es la ideología y ambición de poder (“Satanás”) la que hace que el hombre se cierre al mensaje, como lo expresa Mc 4,15 par.: “Estos son “los de junto al camino”: aquellos donde se siembra el mensaje, pero, en cuanto lo escuchan, llega Satanás y les quita el mensaje sembrado en ellos.”

En Mateo y Lucas.
En los Evangelios de Mateo y Luchas, la identificación de “Satanás” o “el diablo” con el poder es manifiesta en la tercera tentación (Mt 4,8-10; en Lc 4,5-8, la segunda), donde el tentador ofrece a Jesús el dominio del mundo a condición de que le rinda homenaje. El poder se diviniza, como lo indica la mención del monte o de la altura (Mt 4,8: “lo llevó el diablo a un monte altísimo”; Lc 4,5: “llevándolo a lo alto”; y usurpa el lugar de Dios, es decir, se hace valor supremo y pide homenaje sin reservas.
También en el Evangelio de Mateo Pedro increpa a Jesús, que ha anunciado su rechazo y muerte: “¡Líbrete Dios, Señor! ¡No te pasará a ti eso!” Jesús corta en seco al que quiere impedir su misión: “¡Vete! ¡Ponte detrás de mí, Satanás!” (Mt 16,22s). Con su actitud, Pedro encarna la figura de Satanás.
De modo parecido, en el mismo Evangelio, cualquiera que proponga la ideología del poder es un enemigo/diablo, como el que siembra la cizaña en medio del trigo (Mt 13,28.39).
Según Mateo, el lugar del “diablo” no es el infierno: lo que se dice en su Evangelio es que el fuego inextinguible (que equivale a destrucción) está preparado para él y sus ángeles (Mt 25,41).

En Lc 13,10ss, la última vez que enseña Jesús un sábado en una sinagoga aparece “una mujer que llevaba dieciocho años enferma por causa de un espíritu y andaba encorvada, sin poderse enderezar del todo






. Jesús la cura y se indigna porque, por ser sábado, el jefe de sinagoga se oponía a la curación. Después de echarles en cara que no les importa que sea día de precepto para cuidar de los animales, añade (v. 16): “Y a ésta, que es hija de Abrahán y que Satanás ató hace ya dieciocho años, ¿no había que soltarla de su cadena en día de precepto?”
Acostumbrados ya al estilo de los evangelistas, podemos observar: a) la mujer, figura del pueblo, tiene un espíritu que la pone enferma y la tiene encorvada, es decir, que le impide alcanzar su plena estatura humana (v.10); b) en realidad, el que la tiene atada es Satanás, el poder religioso (v.16); c) Lucas insiste en el número “dieciocho años” (13,11.16), indicando su importancia; puede significar el repetido e irremediable fracaso humano causado por el espíritu inmundo.
El espíritu que produce la enfermedad representa, por tanto, el influjo de Satanás sobre el pueblo, es decir, la interiorización por éste de los principios del poder religioso, expresados en el precepto del sábado. El sábado o día de precepto, figura de la Ley, prohíbe la curación de los hombres: es el enemigo del hombre. La creencia en la legitimidad de esa observancia y en la institución que la impone es el espíritu que siempre ha impedido al pueblo su desarrollo humano.

En Juan.
En Jn 2,16, Jesús llama al templo “una casa de negocios” ( “Dejad de convertir la casa de mi Padre en una casa de negocios”), indicando que el dios falso que ha suplantado al Dios verdadero es el dinero y la ambición de riquezas. El dios falso, el poder del dinero, es el Enemigo del hombre (el “diablo” o “Satanás”).
El enemigo es homicida y embustero (8,44): el poder del dinero es agente de mentira y de muerte. Es “padre” de los dirigentes y “padre” de la mentira (8,44); es decir, la ambición y culto del dinero da origen a dos realidades: un círculo de poder (los dirigentes) y una ideología (la mentira).
En Mateo y Juan, “el Malo” o “Perverso” (Mt 5,37; 6,13; Jn 17,15) es una denominación del Enemigo, el poder/dinero, que indica su maldad intrínseca y lo presenta como inspirador del “modo de obrar perverso” propio del mundo (Jn 7,7).