miércoles, 13 de enero de 2016

MI DÉCIMO SEXTA CATEQUESIS DE CONFIRMACIÓN.

PADRE NUESTRO DEL CIELO.
PROCLÁMESE ESE NOMBRE TUYO.
LLEGUE TU REINADO.
REALÍCESE EN LA TIERRA TU DESIGNIO DEL CIELO.
NUESTRO PAN DEL MAÑANA DÁNOSLO HOY.
Y PERDÓNANOS NUESTRAS DEUDAS,
QUE TAMBIÉN NOSOTROS PERDONAMOS A NUESTROS DEUDORES.
Y NO NOS DEJES CEDER EN LA TENTACIÓN,
SINO LÍBRANOS DEL MALO. AMÉN

Realícese en la tierra tu designio del cielo.
Tercera petición. La traducción ordinaria “hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo”, se entiende poco. ¿Quién hace la voluntad en el cielo, para que se haga en la tierra? No está claro. ¿Qué voluntad es esa? La palabra voluntad, que está en la traducción latina “voluntas”, es una traducción deficiente. Porque la palabra griega, significa algo concreto, y eso concreto, si se refiere a un proyecto histórico, como es aquí, a un plan de Dios, entonces la traducción “voluntad” no es correcta. Ponemos “tu plan” o una palabra más noble y más bonita que es “tu designio”.


De manera que Dios tiene un designio. ¿Cuál es? Ya lo sabemos. Que esa humanidad nueva construya una sociedad nueva, que es el reino de Dios. Esa humanidad nueva, que viene por su reinado, por el don del Espíritu, construya una sociedad nueva. Fijaos, si nosotros decimos “designio” o “plan”, entonces eso incluye dos fases: una fase de concepción y otra de ejecución. Un designio, un plan se concibe y después se ejecuta. Y a eso corresponden los dos términos. En el cielo se concibe y en la tierra se ejecuta. Por eso la traducción es: Realícese en la tierra tu designio del cielo. Dios tiene un proyecto, Dios tiene un designio sobre la humanidad, que es esa sociedad nueva, esa sociedad de los hijos de Dios, esa sociedad de felicidad humana, de libertad, de crecimiento, de fraternidad. Él lo ha concebido en el cielo. Y lo que pedimos es que se realice en la tierra.


La comunidad tiene ya experiencia, pequeña, frágil, de esa realidad. Ella es parte de ese designio a realizar, es ya una pequeña parcela del reino de Dios. Pero no basta. El compromiso inicial del cristiano se hace por amor a la humanidad, como el de Jesús. ¿Veis como se trasluce el amor a la humanidad en estas tres peticiones? Los que ya viven la nueva realidad no pueden conformarse con vivirla ellos, están deseando que eso se extienda a la humanidad.
De manera que tenemos ya la primera parte del Padre nuestro. Proclámese ese nombre tuyo, que la humanidad sepa que tú eres el dador de vida, no un dios tirano, un dios arbitrario, sino el Dios que comunica vida a los seres humanos. Con lo cual se libera de toda superstición del poder, de toda adoración del poder, de todo respeto a la tiranía. La humanidad liberada. Llegue tu reinado. Que la humanidad haga la opción aquella de la primera bienaventuranza, que cambie su estado de valores y tú le infundas vida y se cree el ser nuevo. Realícese en la tierra tu designio del cielo, es decir, que esos seres nuevos construyan la nueva sociedad, la que asegura la felicidad de todos los seres humanos.

Esta es la primera parte del Padre nuestro. Es completamente misionera, volcada hacia fuera. Esto es notable, porque el Señor nos enseña aquí cuál es el orden de prioridades en nuestras peticiones. No empieza diciendo: Señor, yo pido por mí. No. Primero por todos, por la humanidad. Fijaos en aquella frase de Juan que dice: “Así demostró Dios su amor al mundo (que es la humanidad), llegando a dar a su Hijo único. De manera que el amor a la humanidad, supera, por así decir, el amor al Hijo. En nosotros, el amor a la humanidad, supera al amor hacia nosotros.

En las oraciones de los fieles, se empieza siempre por la santa iglesia católica. Éste no es el orden del evangelio. Primero hay que pedir por el mundo, por la humanidad, por los que lo necesitan, porque la gente cambie de mentalidad. Y después pedimos por la iglesia, que somos nosotros. Pero empezar pidiendo por la iglesia no es según el evangelio, según el Padre nuestro. Porque el Señor nos ha enseñado muy claramente cuál es el orden. Primero el amor a todos, después la preocupación por nosotros. Veis que, ser perfecto como vuestro Padre del cielo es perfecto, implica el amar a todos, el amor universal. Por eso en primer lugar ponemos el amor universal. Esto es lo que tenemos que desarrollar. Desde nuestra realidad cristiana, que eso se haga realidad en todas partes, en los tres grados: liberación, creación de la persona nueva, creación de la sociedad nueva.


Porque sin seres humanos nuevos no hay sociedad nueva. Ese era el engaño de los judíos en tiempos de Jesús y de los discípulos, que tenían la misma mentalidad. Y es que, según ellos, lo que hacía falta era una revolución, una subversión reformista que quitase aquellos colaboracionistas, aquellos corrompidos, que eran los directores del pueblo en aquel tiempo, los sacerdotes y las familias ricas, y diera una nueva estructura. No sirve para nada. Lo hemos visto, lo estamos viendo. El ensayo de crear una sociedad nueva, como se ha hecho en los regímenes comunistas, Rusia y China, sobre todo, sin cambiar a la gente, lleva a la ruina. Porque si la gente sigue siendo ambiciosa, como lo sigue siendo, no ha renunciado a las ambiciones, vuelve a salir todo y se creará, con otras formas políticas, la misma injusticia. Y lo mismo podemos decir también de nuestra sociedad capitalista. ¿Cuál es su defecto? Esa ambición tremenda que crea violencia y crea injusticia necesariamente. De manera que el orden, la prioridad es el amor a la humanidad.


Y luego, como ya hemos dicho que estas peticiones suponen una experiencia, expresan un deseo e implican un compromiso de trabajo, naturalmente la comunidad se mira así misma y entonces pide estar a la altura y empieza la segunda parte del Padre nuestro, donde se utiliza el pronombre plural de primera persona: nosotros, nuestros, nos.



Mi amigo y yo fuimos a la feria. LA FERIA MUNDIAL DE LAS RELIGIONES. No era una feria comercial. Era una feria de la religión. Pero la competencia era tan feroz y la propaganda igual de estruendosa.

En el «stand» judío nos dieron unos folletos en los que se decía que Dios se compadecía de todos y que los judíos eran su pueblo escogido. Los judíos. Ningún otro pueblo era tan escogido como el pueblo judío.

En el «stand» musulmán supimos que Dios era misericordioso con todos y que Mahoma era su único profeta. Que la salvación se obtiene escuchando al único profeta de Dios. 

En el «stand» cristiano descubrimos que Dios es Amor y que no hay salvación fuera de la Iglesia. O se entra en la Iglesia, o se corre el peligro de la condenación eterna.

Al salir pregunté a mi amigo: «¿Qué piensas de Dios?». «Que es intolerante, fanático y cruel», me respondió.

Cuando llegué a casa, le dije a Dios: «¿Cómo soportas estas cosas, Señor? ¿No ves que han estado usando mal tu nombre durante siglos?».

Y me dijo Dios: «Yo no he organizado la feria. Incluso me habría dado vergüenza visitarla».


jueves, 7 de enero de 2016

MI DÉCIMO QUINTA CATEQUESIS DE CONFIRMACIÓN.


PADRE NUESTRO DEL CIELO.
PROCLÁMESE ESE NOMBRE TUYO.
LLEGUE TU REINADO.

REALÍCESE EN LA TIERRA TU DESIGNIO DEL CIELO.
NUESTRO PAN DEL MAÑANA DÁNOSLO HOY.
Y PERDÓNANOS NUESTRAS DEUDAS,
QUE TAMBIÉN NOSOTROS PERDONAMOS A NUESTROS DEUDORES.
Y NO NOS DEJES CEDER EN LA TENTACIÓN,
SINO LÍBRANOS DEL MALO. AMÉN


La segunda petición tiene, en la traducción española, un defecto tremendo.  Se dice: venga a nosotros tu reino. Ese “a nosotros” no está ni en el griego ni en el latín ni en el francés ni en el italiano ni en el inglés ni en el alemán ni en ningún otro, solamente en el español. ¿Por qué se dice “a nosotros”, si no está? Es meter ahí un pronombre que pertenece a la comunidad, y eso corresponde a la segunda parte. Falsea completamente el Padre nuestro. Porque hemos dicho que los que rezan el Padre nuestro tienen ya experiencia de ese reino, Dios reina sobre ellos porque tienen el Espíritu. Ellos no piden para sí, piden para el mundo. Por eso, si os acordáis del latín, se decía: adveniat regnum tuum”. No a nosotros, sino que llegue tu reino. De manera que eso tenemos que corregirlo en nuestra oración. Porque si no, no entendemos el Padre nuestro.
¿Qué significa esta petición? La palabra reino puede traducirse de tres maneras: realeza, reinado y reino. La ordinaria, en lenguaje arameo o hebreo, es reinado. El reino somos nosotros, y no se puede decir que lleguemos a nosotros. Lo que se pide es que llegue su reinado, es decir, la actividad de Dios sobre la humanidad se ejerza. Ya se ejerce sobre la comunidad y ahora, esta comunidad, quiere que sea para el mundo entero, para toda la humanidad. El reinado de Dios es la comunicación de vida. La vida de Dios comunicada es el Espíritu. Por tanto lo que se pide es que esta experiencia de vida que tenemos nosotros, del Espíritu que nos ha dado vida, que sea también experiencia de la humanidad. La pequeña utopía realizada y la gran utopía.
Acordémonos de la primera bienaventuranza. “Dichosos los que eligen ser pobres, porque sobre ellos reina Dios, Dios ejerce su reinado, tienen a Dios por rey”. De manera que para que Dios ejerza su reinado sobre los seres humanos, esa comunicación de vida, hace falta esa opción, la opción por la pobreza, que es la opción contra las ambiciones de dinero, de honor y de poder. La comunidad ha hecho la opción y ha recibido el Espíritu, ya Dios reina sobre ella. Entonces se pide que Dios reine sobre la humanidad, y eso implica que la humanidad cambie su estado de valores, que en vez de los valores de la sociedad injusta (la ambición, las insolidaridades, la violencia interna y externa), que cambien y que elijan precisamente lo contrario: la sencillez y el compartir, la igualdad y el servicio mutuo, en vez del poder, el honor y el dinero. De manera que esta humanidad que, primero, se libera al comprender que Dios es Padre y no es tirano y, por lo tanto, no acepta un tirano, esa humanidad, así liberada, haga las opciones propias de ese Padre que se propone, las opciones que el Padre pueda reinar. Las opciones implican renunciar a las ambiciones, y entonces “tu reinado” será una realidad. Que la humanidad se llene de vida, de Espíritu, de amor, de solidaridad, de fraternidad, porque ha hecho las opciones que eliminan esas rivalidades, hostilidades y violencias de la sociedad en que vivimos.
De manera que éste es el reinado de Dios. Dios reina sobre cada uno de nosotros y también sobre todos, porque la opción la hace cada individuo, esa no es comunitaria. Dentro de la comunidad, uno hace su opción personal. Eso es inevitable. No se pueden hacer opciones comunitarias, cada uno tiene que hacer su opción. Entonces así se crea la persona nueva. La persona que hace esa opción, que destierra de sí las ambiciones, que renuncia a todo eso y recibe el Espíritu, es la persona nueva, la nueva criatura. Entonces lo que se pide es que los seres humanos sean personas nuevas y que por esa opción vaya surgiendo la humanidad nueva.


LA ORACIÓN DE LA RANA (ANTHONY DE MELLO)

 Una niña estaba muriendo de una enfermedad de la que su hermano, de dieciocho años, había logrado recuperarse tiempo atrás.

              El médico dijo al muchacho: "Sólo una transfusión de tu sangre puede salvar la vida de tu hermana. ¿Estás dispuesto a dársela?

              Los ojos del muchacho reflejaron verdadero pavor. Dudó por unos instantes, y finalmente dijo: "De acuerdo, doctor; lo haré".

              Una hora después de realizada la transfusión, el muchacho preguntó indeciso: Dígame, doctor, ¿cuándo voy a morir?" Sólo entonces comprendió el doctor el momentáneo pavor que había detectado en los ojos del muchacho: creía que, al dar su sangre, iba también a dar la vida por su hermana.

PARA LEER LA CONFERENCIA ENTERA: